Jacques-Louis David, "La muerte de Sócrates", 1787.
A finales del siglo XVIII, el artista francés Jacques-Louis David, creó su obra “La muerte de Sócrates”, al más puro estilo neoclásico. En ella podemos ver, como figura central, a Sócrates, a punto de tomar cicuta y morir, rodeado de amigos. Aquellos que han estudiado un poco sobre filosofía saben que Sócrates fue condenado a muerte en la Grecia Clásica por corromper a los jóvenes y por no creer en las deidades de la ciudad. El famoso filósofo podría haber escapado de la ciudad para salvar su vida, pero decidió ser coherente con las leyes que siempre había acatado y cumplir esta última condena.
Me ha parecido relevante colocar esta obra aquí por diferentes motivos. El primero es el propio neoclasicismo, o como, toda una cultura, pasó de salir de una Edad Media cada vez más opresiva, para mirar con admiración la cultura grecorromana. En esta época se redescubrió una de las consideradas grandes épocas de la humanidad, reinterpretándola desde el prisma del siglo XVIII. Suceso que queda reflejado en los rasgos de los personajes de la obra, que casi parecen esculturas griegas más que seres humanos de carne y hueso.
Otro punto interesante es la propia composición de la obra, que juega con las luces y los colores para destacar a la figura central, con gestos muy marcados por todos las figuras que exageran las expresiones. Aunque es lógico que el autor se tomara estas libertades, al igual que la de colocar a un Platón, envejecido, a la izquierda del cuadro. Porque, según otros escritos, el propio Platón afirmó que no estuvo presente en la muerte de Sócrates, además de que, por las fechas, no tendría la apariencia de un hombre mayor.
El último punto importante es la propia historia que hay detrás de la obra. Para alguien a quien le apasiona la filosofía, la muerte de Sócrates de esa manera es un golpe difícil de entender, incluso después de leer la “Apología de Sócrates”. En este texto, se exponen los alegatos que sucedieron en el juicio del filósofo y que desembocaron en su sentencia a muerte. En sus últimos días, Sócrates defiende su lealtad a las leyes de su ciudad, unas leyes que siempre ha cumplido, para bien o para mal, expresando que no tendría sentido dejar de cumplirlas ahora solo porque no le convienen.
A pesar de este trágico final, hay que agradecer a la obra, y a todo el neoclasicismo, que rescataran la Grecia Clásica y volvieran a interpretarla en su nuevo mundo. Aun hoy día seguimos estudiando esta época con admiración, considerándola la cuna de la cultura de occidente. También está considerada el origen de la filosofía occidental, dato en el que tengo que discrepar, pues todas esas ideas que llevaron a crear los icónicos textos filosóficos, ya llevaban un tiempo dando vueltas por el viejo mundo. Sí que hay que darles el mérito por haber sabido cristalizarlas, añadiendo además sus grandes aportaciones y permitiéndonos construir toda una filosofía (madre de todas las ciencias) que no se entendería sin la Grecia y la Roma clásicas.
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